DIVAS, DIVINAS O PRIMA DONNA, UN COMENTARIO A PROPÓSITO DEL MAL USO DEL TÉRMINO. Primera parte. Por el Doctor Alberto Roteta Dorado.

Foto debajo- La mítica soprano griega María Callas, sin duda, merece el calificativo de diva o divina. Considerada la más notable cantante lírica del siglo XX.

Doctor Alberto Roteta Dorado.- Santa Cruz de Tenerife. España.- Hoy por hoy cualquiera puede subir un contenido carente de "contenido" a las llamadas redes sociales. Por desgracia, esto ha adquirido dimensiones colosales y se afianza, cada vez más, en un mundo donde predomina la incultura, la superficialidad y el mal gusto.
A este fenómeno hemos de añadir la idea de que todos podemos comentar de manera "democrática" – luego está la censura que te puede eliminar un escrito o comentario, poner un castigo o cerrar tu cuenta de Facebook– y escribir lo que se nos ocurra, aunque pueda ser hiriente, absurdo o vengativo. La idea es comentar siempre, aún, cuando se desconoce la esencia en sí de lo que se está comentando, algo que resulta evidente ante los enormes disparates y errores garrafales de aquellos que han decidido invadir con su incultura el sistema de “redes”.
Por estos días publicaron un vídeo y una reseña de una artista cubana que pasó gran parte de su vida en el exilio. Me refiero a la cantante Celia Cruz, muy conocida, admirada y querida en el mundo de la música popular bailable. La mayoría de los comentarios sobre dicha artista, por suerte, suelen ser muy positivos al elogiar su carisma, la magia para atrapar a su público, amén de su calidad como intérprete de la llamada música salsa. En algunos de estos comentarios le llamaron diva y uno de sus admiradores, buscando un calificativo aún mayor, se decidió por honrarla con el calificativo de megadiva, nuevo concepto creado para poner en un sitio más allá del pedestal a su artista preferida.
Los que comentan, que como ya he explicado antes, puede ser cualquiera, desde gente muy culta e ilustrada hasta otros muy sencillos y carentes de los más elementales conocimientos de lo que escriben o dicen, deben ser más cuidadosos al hacer sus comentarios y emitir determinado juicio – espero que no se me ataque de ser antidemocrático al tergiversar la idea de comentar con conocimiento, que es a lo que me refiero, y no a comentar libremente–. La admiración hacia ciertos personajes del arte, del deporte, la política o la religión no nos debe llevar al fanatismo extremo que nos puede conducir a errores conceptuales, algo que con el tiempo pasa de unos a otros hasta hacer prácticamente "oficial" determinado término, concepto o idea.
La palabra procede del latín "diva", que significa diosa o divina, aunque no se trata de una traducción literal. Se suele usar para describir a alguien que sobresale de manera admirable, aunque algunas fuentes hacen referencia a su connotación negativa. En este sentido se emplea para referirse a alguien que tiene una alta opinión de sí misma y busca un trato especial.
En su primera y más conocida acepción puede ser utilizado como masculino, o sea, divo, algo que es aplicable a los grandes emperadores romanos, a quienes se concedían honores divinos después de su muerte, y, por extensión, a otros personajes ilustres. Por ejemplo "Divo Augusto", así con mayúscula para destacar la trascendencia del personaje. No obstante, no es así como ha trascendido hasta nuestros días, sino que el término divo relacionado con esos honores divinos quedó en desuso, logrando subsistir a través del tiempo otra definición conceptual aplicable al mundo artístico, de manera muy especial a la ópera. Diva es también aplicable a un artista del mundo del espectáculo, y en especial a un cantante de ópera que ha alcanzado una fama más allá del promedio de sus similares.
Es así como durante muchos años se mantuvo el calificativo de diva aplicable solo a las grandes cantantes de ópera; pero, aun así, no a todas las grandes, sino solo a aquellas cuyas facultades vocales y temperamento escénico iban más allá de los cánones establecidos para esta forma dentro del inmenso mundo del arte. Durante el siglo XX María Callas, la famosa soprano griega, constituye el paradigma de lo que realmente es una diva; aunque resulta injusto que se omita a otras grandes como la italiana Renata Tebaldi, la española Victoria de los Ángeles, y en el presente la gran mezzosoprano letona Elina Garanca, ejemplo vivo de lo en realidad es una diva.
Foto debajo- En el presente la mezzosoprano letona Elina Garanca, constituye un ejemplo de gran diva o prima donna. Aclamada en los escenarios más prestigiosos del mundo, la artista de Letonia, no solo se destaca en la escena como cantante de ópera, sino en el concierto, oratorios y cantatas.

Hasta hace alrededor de tres décadas la idea de la diva era esta; pero, lamentablemente, se popularizó demasiado su uso a partir de un filme de 1982 del cineasta francés Jean-Jacques Beneix, autor del largometraje Diva, en el que una misteriosa cantante de ópera, interpretada por la soprano Wilhelmenia Fernández, no permitía que sus actuaciones fueran grabadas. La película está inspirada y hace justicia a aquellas divas que no dejaron grabaciones comerciales y que muchas veces quedaron en el olvido.
Desde entonces su uso ha sido cada vez más frecuente y se ha aplicado, además de a las grandes cantantes de ópera, a otras intérpretes de pop y otras variantes de la música popular y del mundo del espectáculo. Además, se utilizó para destacar a cantantes masculinos, idea que no es en sí nueva, toda vez que durante el siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX, durante el apogeo del bel canto, no solo las sopranos y mezzosopranos rossinianas se destacaron sobremanera como intérpretes de las difíciles y exigentes partituras de Rossini, Bellini y Donizetti; sino que la figura del tenor pasó a ocupar un merecido protagonismo que perdura hasta nuestros días. No obstante, se suele usar solo de manera ocasional aplicado a intérpretes femeninas. No es habitual que se haga la presentación de un tenor, incluidos los belcantistas, los verdianos y los wagnerianos, llamándoles divo.
Pero el mundo de la "farándula" de la música popular ha decidido adueñarse del calificativo. En los últimos tiempos apareció la distinción aplicada al cantante español Rafael, a quien se le llamó el divo de Linares, así el divo de Juárez, para referirse al cantante mexicano Juan Gabriel, sin olvidar la profanación del término al ser aplicado a un artista cubano radicado de Miami, llamado Eduardo Antonio, a quien decidieron llamar el divo de Placetas, un pueblito de campo de la región central de Cuba.
Esto demuestra que la incultura de los que manejan el mundo de lo que, despectivamente llamé farándula, reina por doquier. De su uso cuasi exclusivo a una exigua minoría de emperadores romanos, pasando por unos pocos elegidos belcantistas – no es sinónimo de arte lírico o de cantantes operáticos como muchos desconocedores, incluidos periodistas y otros comunicadores, se empeñan en seguir afirmando–, hasta llegar a su total degradación, al utilizarlo como rimbombante calificativo a algunos personajes que carecen de los atributos vocales y temperamentales que determina que alguien sea un divo o no, hay una brecha abismal.
Ni el excéntrico señor de Miami – solo conocido en el ambiente farandulero del cubaneo del sur de la Florida– es un divo, ni el cantante mexicano que alcanzó notoria popularidad lo fue jamás, toda vez que carecía de esa voz excepcional que se requiere para ser llamado divo, independientemente de que llenara enormes recintos con sus fanáticos seguidores. Aún, el cantante español Rafael, cuando se encontraba en el cénit de su carrera profesional y con su excelente voz, estilo inigualable y simpatía, tampoco reunía los requerimientos para ser incluido bajo la definición de divo.
De modo que, llamar a la cantante salsera Celia Cruz, megadiva es una verdadera aberración lingüística y cultural. No se malinterprete la idea de este comentario. No se trata de una crítica a los intérpretes de música popular, y mucho menos a la artista cubana que trascendió los límites del tiempo y las fronteras del espacio para poner en alto una variante de la música cubana; sino al mal uso de un calificativo que solo se debe reservar para destacar a aquellas cantantes de renombre que se caractericen por tener una voz excepcional, al menos, si de música se trata, lo que va unido, necesariamente a la realización y culminación de estudios profundos de música, canto y actuación, algo de lo que carecen la inmensa mayoría de los cantantes de música popular.
Tampoco resulta coherente que se defina así a estrellas como Madonna, Shakira, la que no tiene ni voz excepcional, ni ninguna, y constituye el prototipo de todo lo que no debe ser permisible en materia de canto, sin olvidar a Mariah Carey o a las más afamadas actrices del mundo de Hollywood. Las primeras son artistas, con sus excentricidades bien conocidas de exigir tratamientos especiales como si fueran seres de otra galaxia, cuando en realidad son personas comunes que cumplen con su rol dentro de sus estilos y forma de arte.
Tal vez la idea más reciente de la redefinición conceptual del discutido término conduzca a su excesivo uso y mal uso. Ciertas fuentes han decidido ampliar los horizontes para que queden aquellas figuras del espectáculo muy famosas incluidas en el enorme saco de divas que proliferan actualmente por doquier. Se dice que estas estrellas han de sobresalir del resto por su popularidad y su talento. En este sentido se pudieran incluir a las antes citadas artistas a pesar de que se alejan bastante de la idea inicial establecida para las de voces excepcionales.
Téngase en cuenta que esta condición de voces excepcionales, independientemente de las virtudes o aptitudes más allá del promedio, no queda limitada a lo que la naturaleza les dotó; sino que va necesariamente unido, como ya expliqué antes, a estudios musicales profundos, a entrenamientos supervisados por grandes maestros de canto y actuación – imprescindible en la ópera–, algo de lo que generalmente carecen los intérpretes vocales de música popular, los que, en su mayoría, han sido empíricos o solo han realizado estudios elementales. De modo que, no hay megadivas, solo divas, y en esta condición son muy pocas a las que se les puede incluir en esta categoría.
Recordemos que diva significa diosas, divinas, superdotadas, excepcionales.
(Continuará)


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