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No es abandono, es perversidad.Por Efraín González. Cubanet.

No es abandono, es perversidad
Por Efraín González
Cubanet
30 de noviembre de 2025

(Foto: Facebook/José Castro)


LA HABANA.- El régimen cubano mantiene un hospital de lujo en Qatar desde el año 2012, así como más de una decena de clínicas dispersas por el mundo, sin contar las que existen en Venezuela, pero la India debió donarle un hospital de campaña para paliar el colapso de los hospitales en Granma, aunque la crisis sanitaria es mucho más grave y se extiende por la Isla, donde hay pacientes durmiendo (y muriendo) en pisos y pasillos.

El régimen, además, ha instalado, por medio de BioCubaFarma, más de una planta para la producción de medicamentos en Asia. Se ha anunciado recientemente la producción de fármacos y vacunas en China, así como, en septiembre de este año, el propio Miguel Díaz-Canel se fue a Vietnam a inaugurar la empresa mixta Genfarma. La cual producirá no se sabe cuántos medicamentos para comercializarlos donde se los compren.

Igualmente, de la India, solo en este año, a Cuba ha arribado al menos un par de donaciones de antibióticos, antipiréticos, analgésicos y demás, que se suman a otras cargas donadas por otros países, gobiernos e instituciones internacionales que, al parecer, no se enteran ni de la existencia del Hospital Cubano en Qatar (sobre el cual hay más de una denuncia por explotación laboral) ni de las fábricas en Asia. Tampoco se acuerdan de los acuerdos de transferencia de tecnología con la propia India, que fueron firmados en 2018, luego de que el presidente indio Ram Nath Kovind visitara el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, en La Habana.

Ninguno de esos “avances” en materia de negocios, más que de salud, algunos con más de una década en funcionamiento, parece impactar positivamente ni en la economía ni en la atención sanitaria de los cubanos que viven en la Isla, obligados durante décadas a creer la versión oficial sobre un “bloqueo” que les impide atenderse debidamente los padecimientos, luchar contra las enfermedades e incluso morir dignamente o al menos sabiendo que los médicos hicieron por ellos y por sus familiares todo cuanto era posible para sanarlos.

Lo peor de todo es que muchas de las víctimas de esa gran mentira se la creen, aunque en el periódico Granma, al lado de una noticia, por ejemplo, sobre el aumento de la exportación de plasma sanguíneo y derivados de la sangre humana —un renglón por el cual el régimen ha llegado a ingresar anualmente hasta poco más de 30 millones de dólares—, aparezca otra sobre la importancia de la labor de los Comité de Defensa de la Revolución en la captación de donaciones. U otra mucho peor sobre las dificultades que atraviesan los pacientes cubanos necesitados de una donación, aunque absolutamente por culpa del “bloqueo”.

Pero se cuidan de reflejar en noticias el tortuoso proceso que en ocasiones debe atravesar un enfermo en Cuba para acceder a una donación de sangre. De cómo esta es obligatoria cuando se trata de una cirugía programada, y de cómo el paciente debe salir a buscarla y pagarla bien cara cuando no encuentra a algún familiar o amigo que pueda donársela. De las veces que los donantes, después de la extracción, se van desfallecidos de la clínica porque ni siquiera hay un agua con azúcar que darles.

Sin ningún tipo de sonrojo callan lo que todos sabemos, así como publican que producen vacunas y medicamentos complejos para venderlos a Turquía o a Arabia Saudita pero que para la plaga de mosquitos —que hoy, según las poco creíbles cifras oficiales, arrojaría un saldo de cerca de 2 mil contagios diarios tan solo entre dengue y chikungunya— recomiendan el uso de remedios caseros y alguna que otra producción artesanal de formulaciones a base de Caña Santa. Porque los repelentes probadamente efectivos, los que han llegado incluso entre los donativos, a raíz del paso del huracán Melissa, los han reservado (junto con cuanto consideran digno de ser acaparado en la llamada “Reserva Estatal”), por una cuestión de “seguridad nacional” para uso del ejército y para comercializarlos en dólares (y que hablen de ello los militares y “dirigentes” que ya han recibido sus sprays de modo gratuito), pero eso sí se aseguran de no publicarlo en el Granma.

Como tampoco publicarán jamás que hoy una cama sucia y en una sala hedionda en cualquier hospital cubano puede costar, “por la izquierda”, hasta 20 mil pesos (unos 50 dólares), que una inyección de cualquier analgésico ronda los 5 mil, y que aún así es mucho menos que un antibiótico o que un simple suero de dextrosa o de cloruro de sodio, por el cual los propios médicos y enfermeras —sí, los mismos que “luchan” por salir de “misión”, es decir, por comercializar sus servicios en el exterior— pueden pedir hasta 10 mil, en dependencia del grado de desesperación de quién se los implore.

Por supuesto, en un país donde el salario medio a duras penas roza los 7 mil pesos (menos de 20 dólares al mes), donde buena parte de los pensionados no ingresan más de 2 mil, y donde la canasta básica más conservadora estaría sobre los 40 mil (100 dólares), ya podemos entender por qué esas imágenes dantescas que circulan en redes sociales y que, por su crudeza, el régimen intenta pasar como manipuladas. Aunque se traiciona cuando, en vez de preguntar por los hospitales donde fueron hechas, su principal interés se concentra en averiguar quiénes las tomaron.

Toda la propaganda y los alardes hacia el exterior, sobre un modelo de salud pública que no existe, son una burla hacia el interior donde la gente, a pesar del hambre y demás abandonos que los agobia, batalla a diario por sobrevivir, por escapar a las enfermedades, o al menos por darle una muerte digna a sus seres queridos.

Los comunistas no tienen vergüenza. No cuando esta epidemia que hoy padecemos los cubanos es consecuencia de perversidades de una dictadura criminal más que de políticas fallidas. Saben muy bien lo que están haciendo con una población envejecida y empobrecida que no les sirve para nada sino solo para mendigar ayudas por todo el mundo, y en ese sentido unas vidas sanas y prósperas no funcionan en sus planes.


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